lunes, 19 de noviembre de 2007

EL DECALOGO DE LA VIDA UNIVERSITARIA


Por
Andrés Santacoloma Santacoloma
Estudiante de Derecho
Octavo Semestre


Hace un par de días leía con agrado el artículo que escribió el Profesor Ernesto Garzón Valdez con motivo de la inauguración de la cátedra Ernesto Garzón Valdez en el ITAM, documento que fuera publicado en la Revista Isonomía Nº 9 de Octubre de 1998 y, percibía admirado, que el texto necesitaba divulgación, que su contenido debía ser conocido en todas (o al menos en el mayor numero posible de) las universidades, por los actores en todos los niveles, pero, en especial, por los profesores y estudiantes; los primeros por tener a cargo la difusión de las ideas de Universidad y, el espíritu universitario mismo; de quienes depende la pasión y el entusiasmo con que un estudiante puede tomar una clase y formarse para la vida y; los segundos, quienes deben asumir la cátedra con compromiso, con actitud y respecto, para que pueda de allí, surgir algún resultado; pues con la participación activa durante su formación es que pueden contribuir al desarrollo de nuevas teorías, pues es a ellos, a quienes les compete, como universitarios, en sabias palabras de Rafael Gutiérrez Girardot, servir al mejoramiento y adelanto de la sociedad. Es por ello que, no contando con su expresa autorización pero, no queriendo hacer otra cosa que generar conciencia en la Universidad, he querido repetir los “Diez Mandamientos para la vida universitaria” de E.G. Valdez, dándoles un sentido y desarrollo acorde con lo que he tenido la oportunidad de vivir al interior de mi alma mater. Espero pues, que estas palabras sean de interés, sino para todos, por lo menos para unos cuantos y, lograr con ello, que los participes se comprometan en la formación de futuros profesionales que trabajen por conseguir el objetivo que planteó Rafael Gutiérrez Girardot.

1. No confundir profundidad con oscuridad.

No es de extrañar que, conociendo Garzón Valdez las cátedras latinoamericanas, empezara por este punto. Es una realidad, aunque un poco desconcertante, que muchas veces la necesidad de profundidad de un tema, lleva a los docentes, e inclusive a los tratadistas, a ser un poco difíciles de abordar y comprender cuando presentan sus teorías, pues se tiene la concepción errada que en la presentación de términos complejos se puede mostrar la complejidad de un trabajo. Es necesario que la persona que busca llegar a un auditorio con la presentación de un discurso, sea coherente. La falta de una estructura clara puede llevar a equívocos e, inclusive, al desinterés de quien esta siendo receptor de ese discurso, aun siendo este un participe activo y conociendo el tema.

Acertadamente cita Garzón Valdez a Bernard Williams para dejar claro que el pensamiento científico en general pretende, en resumidas cuentas: “…dar razones y exponer argumentos que puedan ser seguidos y considerados…”. Anota, además, que no existe ninguna relación entre la claridad para hacer una exposición o presentación de un discurso y la trivialidad del mismo.

2. No ceder a la tentación de formular profecías en las ciencias sociales y políticas.

Para entrar a estudiar las ciencias sociales y políticas, pueden establecerse una serie de prerrequisitos para buscar un buen resultado con funcionamiento de las instituciones con las cuales se va a desarrollar esa labor. Pero esas instituciones son solo circunstanciales. No es indispensable que se creen y, además, no permanecen estáticas. En palabras de Garzón Valdez: “Lo único que es posible es formular condiciones necesarias para la aparición de un fenómeno determinado pero, no las condiciones suficientes.”.

Las instituciones no permanecen estáticas y, por ello, es necesario crear una conciencia de escepticismo sano, de sospecha y de revisión en el estudiante y en toda la comunidad universitaria.

3. No sucumbir a la tentación de la retórica.

Es costumbre de algunos, subsumir la presentación clara de las ideas a un discurso emocional dado por las palabras. Las palabras pueden a veces no presentar de manera correcta lo que se busca presentar, cuando estas van cargadas de sentimentalismos.

En la Universidad no se busca persuadir de algo a alguien, la pretensión debe ser necesariamente otra: mostrar un camino para que quien lo esta mirando desde fuera, desde un punto de vista de observador para utilizar la expresión Hartiana, decida seguirlo o no. No puede el profesor, por su autoridad, imponer una convicción pero, además, no puede el estudiante atacar o dudar de una presentación de una teoría, sin un conocimiento previo de causa. No se puede detectar entonces el error retórico, cuando no se ha efectuado previamente una evaluación del tema a tratar. Es por ello, que para conseguir la aplicación de estos mandamientos la interacción del estudiante en el desarrollo de los módulos ha de ser cada vez mayor, permitiendo el profesor la polémica académica responsable y respetuosa.

La retórica y su idea de persuadir, no tiene por lo anterior, cabida en la cátedra universitaria.

4. No creer en la fecundidad de las tautologías ni en el carácter inofensivo de las contradicciones.

No creer, pues la primera peca por exceso y la segunda por defecto. Se ha visto en el desarrollo de las ciencias sociales, que no todo conocimiento puede circunscribirse al campo de la verdad y que, las contradicciones, no son la mejor fuente de desarrollo cognitivo. Por ello, como bien anota Garzón Valdez, “…ninguna de ellas puede contribuir a la claridad científica”

5. No utilizar la cátedra para la indoctrización.

No es de extrañar, que algunas personas tiendan a mostrar sus conocimientos como verdaderos universales, como elementos dotados de validez absoluta. Y esto puede percibirlo, quien conoce los temas que se tratan en el desarrollo de la cátedra. ¿Cómo se detectan este tipo de errores? Cuando la persona que esgrime el argumento apela a sus propias razones u opiniones para convalidar sus primeras apreciaciones. Es algo que puede hacer quien no conoce algún tema y, pretende abordarlo con profundidad o quien, conociendo el tema, no se abre a las eventuales transformaciones que puede sufrir el mismo. Es una especie de fanatismo, que muestra la evidente falta de compromiso con la academia.

6. No cultivar el dogmatismo.

Bien decía Rafael Gutiérrez Girardot que el saber que no se pone en tela de juicio se convierte en dogma y el dogma, petrifica el saber, lo esteriliza. Después de tan sabias palabras lo que hay que preguntarse es ¿Qué hacemos los estudiantes con los profesores que tienen dogmas arraigados? y ¿Qué hacen los profesores por superar sus propios dogmas?

Hace unos días tenia la oportunidad de conversar con algunos profesores que un poco desconcertados, me contaban que los estudiantes no tienen ninguna preocupación por contribuir al desarrollo de las cátedras. No puedo olvidar las palabras de alguien que se ha vuelto un buen amigo mio que me decía algo como que la universidad y el conocimiento que en ella se adquiere sirve para dominar, pero acá en esta universidad, los estudiantes parecen no entender ese sentido y, se dejan dominar de postulados de los cuales no conocen ni el origen.

Seguir asistiendo a las clases, sin tener nada nuevo que presentar ni debatir (no con presentaciones meramente retóricas) es contribuir con una sociedad inmovilista, una sociedad, en palabras del mismo Gutiérrez Girardot, intelectualmente improductiva o simplemente receptiva, que en últimas, termina por favorecer, junto con la dependencia económica, al subdesarrollo de un país

Aunque vale decir ante todo, que para poder hacer uso de un sentido crítico hay que, no solo conocer el tema, sino tener la capacidad de desarrollar una autocrítica de los planteamientos que se presentan.

7. No hacer uso autoritario de la cátedra.

En este punto es indispensable repetir las palabras del profesor Ernesto Garzón Valdez: “Nada más fácil que utilizar la cátedra como medio para el ejercicio arbitrario del poder y nada más peligroso que lesionar la autonomía de los jóvenes causándoles daños irreparables para el resto de sus vidas.”

El respeto, la autoridad, la confianza, deben existir en las aulas de clase. Pero la solemnidad y el gesto difícil no son sinónimo de ello. No es el temor la vía expedita para conseguir el respeto, ni en una cátedra ni en cualquier otra forma de relación interpersonal. Una clase agradable, con un toque de humor, puede llegar a ser la herramienta idónea para conseguir la atención, respeto y dedicación de los estudiantes en la materia; sin que pueda igualmente, volverse este el único ingrediente de la cátedra. La distancia que impone un docente, como “portador del saber” puede llegar a generar incomodidades y desavenencias.

Bien termina E.G. Valdez, como de costumbre con una cita, esta vez de David Hume, que ilustra la situación: “…si he de ser loco, como ciertamente lo son todos aquellos que razonan o creen razonar, mi locura tiene que ser por lo menos natural y agradable…”.

8. No creer en el principio según el cual todo da lo mismo.

Es costumbre, desde que se habla de posmodernidad, pensar que es posible todo, que todo vale para todo, que depende de la forma en que cada persona ve la vida que vive. Nada más errado que esto. Las formas para estudiar las ciencias no son, ni pueden ser, inconmensurables. Si no hay patrón para el desarrollo, entonces ¿para que crear cada una de las ciencias con un camino específico? Esta bien que en una cátedra universitaria se de una eventual especulación sobre algún tema, pero la cátedra en si misma no es ni puede ser especulación. La variedad no es sinónimo de ausencia de jerarquía o estructura.

9. Relativizar los valores hasta tal punto que, al final, solo quede el solipsismo.

En una Universidad puede no ser aceptable un absolutismo ético pero, tampoco es aceptable sin más, un relativismo radical. No es posible que se desconozcan todas las condiciones morales de la persona. Y esa moralidad no tiene necesariamente que ver con la concepción religiosa sino, como anota Garzón Valdez, puede ser producto de un moderado objetivismo que permite evidenciar que existen una serie de condiciones, que pueden ser propias en si mismas de la persona, como la dignidad o la autonomía. De no ser así, estas concepciones llevarían a concluir que nada existe fuera del pensamiento individual y solo existe el individuo.

10. No creer en el carácter nacional de la ciencia.

La ciencia no es regional, el conocimiento debe tener una tendencia universal. Es por ello, que las asignaturas no pueden limitarse a la explicación o presentación de una forma de la realidad, algo como un agnosticismo académico en cada facultad de cada universidad. La idea de la formación universitaria es la posibilidad de conocer y de mostrar los conocimientos en forma globalizada. Entender así las cátedras, es abrir la posibilidad al intercambio académico internacional en la Universidad.

Al terminar estas reflexiones, al igual que lo hace en su artículo Ernesto Garzón Valdez, es necesario relacionar todos los yerros que se cometen a diario en la academia. Nos dejamos envolver por las herramientas retóricas, en la cátedra suele presentarse la indoctrización, eventualmente, se llega a algún uso arbitrario de la misma, hay ausencia de un espíritu de compromiso del estudiante, no existe un sentido crítico y muchísimo menos uno autocrítico, la responsabilidad con el estudio ha desaparecido casi por completo.

Hay que afrontar todos esos errores y derrotarlos, en aras de conseguir que tanto estudiantes y docentes de la Universidad busquen el crecimiento progresivo del interés en las clases y, en las actividades derivadas de las mismas.

Todos hemos tenido deficiencias frente a cualquiera de las anteriores “reglas” de conducta universitaria, pero, lo que es realmente importante, es tratar de revisarlas, para conseguir que el ambiente universitario logre su objetivo, que no es otro, que lograr la conformación de un centro de producción intelectual que contribuya con el progreso del país y que evite la producción de profesionales en serie que salen al mercado laboral buscando únicamente la satisfacción de las necesidades que les genera la sociedad de consumo..



REFERENCIAS.


· GARZÓN Valdez, Ernesto, Diez mandamientos para la vía universitaria, ISONOMÍA Nº 9, Octubre de 1998, pp. 49 – 57.


· GUTIERREZ Girardot, Rafael, Sobre el sentido del estudio universitario en: Hispanoamérica: imágenes y perspectivas, Bogotá, TEMIS, 1989, pp. 276 – 283.


· GUTIERREZ Girardot, Rafael, Universidad y Sociedad en: Hispanoamérica: imágenes y perspectivas, Bogotá, TEMIS, 1989, pp. 276 – 283.

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